domingo, 5 de septiembre de 2010

Miklos Tomka: Los Gitanos - De artesanos consumados a víctimas de la sociedad industrial"



Los gitanos son un pueblo de ancestrales tradiciones y de una profunda identidad cultural. En los últimos siglos han sido víctimas de numerosas deformaciones, persecuciones e intolerancia. De origen nómada, habrían llegado a Persia en el siglo III dc, procedentes de la India. Se los llamó entonces "sindis", o "hindis". En el siglo XI arribaron al Mediterráneo, a Grecia particularmente, donde fueron llamados  "egipcios", ya que se creyó que provenían de Egipto, término del que surgió la palabra "gitano". Esparcidos por Asia, Europa, e incluso América del Sur (donde algunos documentos señalan su presencia desde 1581), los gitanos suscitaron diversos nombres. En Turquía, Macedonia y Rusia se los llama "cigani"; en Kurdistán "luri", y en la India, "bandgar". Según los países o sus actividades, se los denomina también "farao nerek"; "bohemios", "gitanos", "romani", "manush", "sinti", "kalé", "kalderash", "burugoti" y otros nombres más.

El momento más oscuro de la persecución sufrida por los gitanos ocurrió en la Segunda guerra mundial a causa del exterminio sistemático perpetrado por los nazis. Ya en el siglo XVI, en Francia, España, Holanda y Alemania se inició la actitud persecutoria. En el siglo XVII, se sancionó en Inglaterra una legislación que disponía que quienes tuvieran contacto con gitanos estaban cometiendo un grave delito. En esa misma época, en Austria y Alemania se dictaron 68 leyes que alentaban acciones persecutorias contra los gitanos. En Irlanda, en 1596, un grupo de 198 gitanos fue juzgado y condenado a muerte por hallarse "desempleado". Y la persecución continuó sin descanso hasta el siglo XVIII.
  Los gitanos poseen un rico acervo de leyendas, una larga historia y una gran capacidad para el arte, la música de violín y la guitarra, el baile flamenco, y para diversos oficios tradicionales. Una habilidad esta última que entró en crisis a partir del impacto de la industrialización y la expansión del sistema capitalista de producción. En el artículo que presentamos aquí, editado originalmente en la revista del Correo de la Unesco, se hace especial hincapié en esta cuestión. El economista húngaro Miklos Tomka, profesor de la Universidad Eotvos Lorant de Budapest, recrea el proceso por el cual los gitanos han sido despojados de sus oficios tradicionales. Un elemento más dentro de la incomprensión y los prejuicios habituales contra este pueblo de origen oriental. 
Los gitanos, como otros pueblos ancestrales, merecen una mirada atenta que esté dispuesta a ver y comprender; sólo una actitud de esta índole, capaz de superar estrechos enfoques, podrá apreciar el respladeciente río de la cultura gitana.
Esteban Ierardo
LOS GITANOS
De artesanos consumados a victimas de la sociedad industrial  
Por Miklos Tomka
Según ciertos estudios contemporáneos nada imparciales, en Europa se considera a los gitanos como una chusma poco amiga del trabajo, vagabundos que sólo de cuando en cuando se dedican a sus ocupaciones tradicionales de chamarileros, tallistas de madera o vendedores de alfombras o caballos. Por otra parte, se da por sentado que durante los seiscientos años de su presencia en Europa han vivido y y trabajado siempre en las zonas marginales de la sociedad.
Pues bien, la realidad es que durante siglos a los gitanos se los acogió como artesanos sobremanera estimados en su primera patria europea, es decir en la Europa central y Oriental, y que fue sólo la revolución industrial burguesa la que apartó hacia esas zonas marginales de la sociedad. Por otro lado, parece evidente que las opiniones de los habitantes de Europa occidental sobre los gitanos, las cuales evolucionaron grandemente desde el principio, tenían su origen en el conflicto entre distintos tipos de economía y de modos de vida, uno de ellos claramente prefeudal y el otro postfeudal y, por tanto, burgués.
Es probable que los gitanos de Europa, con la excepción quizás de los de España, pasarán por la Europa central y oriental donde todavía hoy siguen viviendo más de las tres cuartas partes del pueblo gitano. Entre los siglos XIV y XVII dicha región estaba relativamente poblado, sólo poseía unas cuantas ciudades y su población fue diezmada repetidas veces por guerras y conflictos fronterizos. La organización política se hallaba descentralizada y era a menudo rudimentaria. Una característica de la cultura feudal de la región consistía en la diversidad étnica y en los contactos activos con los pueblos y las culturas de las regiones situadas con los pueblos y las culturas de las regiones situadas al este de la línea formada por el río Bug y los montes Cárpatos, y a veces con las de Asia, así como con las de Europa occidental.
El sistema social era propio para los movimientos de población y las caravanas de unas gentes de insólita apariencia y exótica indumentaria que hablaban lenguas extrañas. En medio del tráfago constante de mercaderes, emisarios y monjes, del variopinto personal de las cortes reales o feudales, de los artesanos ambulantes, y de los grupos de mercenarios y sobre todo en medio de los movimientos sistemáticos de asentamiento, los gitanos pasaban bastante desapercibidos. La gente aceptaba con facilidad su afirmación de que eran peregrinos o penitentes. Aunque sus tribus eran a veces nutridas, se les daba siempre la hospitalidad a que tenían derecho.
 Anciano gitano
 El aumento del número de propiedades prácticamente abandonadas posibilitó la infiltración gradual de los gitanos sin que se produjeran conflictos u oposición de importancia entre la población indígena. Tampoco existía conflicto alguno de carácter cultural, sobre todo porque hacía poco que habían pasado las últimas olas de emigración étnicas y muchos recordaban aun la llegada de grupos relativamente importante de nuevos colonos. Las diferencias en materia de religión, de lengua y comportamiento se consideraban normales, lo mismo que la progresiva asimilación mediante el aprendizaje de la lengua local, de la conversión a la religión "verdadera", etc. 
En aquellos tiempos no tenia gran importancia la identidad nacional y cultural, que no representaba obstáculo alguno para la integración sociocultural. La cuestión decisiva era saber si y cómo podrían los recién llegados ganarse la vida como pastores o como labriegos. Las patentes de nobleza concedidas a familias con el nombre de Cigány o Czigány (Gitano) dan a entender que los gitanos participaban ya en una etapa temprana en operaciones militares y demuestran no sólo la total integración sino también la ascensión de algunos gitanos a las clases dirigentes.
Desde el principio los gitanos se dedicaban especialmente a ciertas actividades, como el chapado en oro. Ello suponía inevitablemente mantener estrechos contactos con el sistema sociocultural, es decir con los señores feudales, con las aldeas no gitanas, con las organizaciones militares, etc. Tales contactos, y los medios de presión de que disponían, los grupos dirigentes así como las ocupaciones que potencialmente podían desempeñar, unido ello quizás al deseo de aprovechar las posibilidades económicas y sociales que se presentaban, dieron como resultado una sólida asimilación. De tal modo, los orígenes gitanos de muchas familias y aldeas cayeron pronto en el olvido.
 Naturalmente, las posibilidades de empleo de que acabamos de hablar no eran siempre igualmente buenas. Los prolongados períodos de guerra tales como las invasiones de Polonia y Hungría por los tártaros y, en particulares, el avance turco desde Asia a través de los Balcanes y de Hungría hasta Viena -avance que fue probablemente una de las razones principales de que los gitanos emigraran hacia Europa- originaron una disminución de la población primitiva y dejaron despobladas amplias zonas. Sin embargo, la posterior estabilización política dio pronto lugar a la colonización y la división de las tierras, de modo que la posibilidad de adquirir gratuitamente terreno se convirtió en la excepción en vez de la regla que era antes.
 De igual manera, no se puede considerar la carrera militar como una forma habitual de vida gitana. Aunque la adaptaran algunos individuos, ella no podía ofrecer sustento al grupo familiar en sentido amplio. La vocación típica de los gitanos se orientaba hacia las necesidades sociales reales del país huésped, lo que proporcionaba empleo con carácter temporal y sólo en un determinado lugar, a veces a varias personas. Eran ocupaciones vocacionalmente gitanas el trabajo de los metales y el de la madera, la cestería -en que las mujeres y los niños participaban acarreando mimbre-, la fabricación de ladrillos...Las familias o tribus formaban así una comunidad de trabajo.
Dos niñas gitanas estudian en una escuela de Tesalónica, Grecia (foto Daine Tong).
Aunque los clavos, las barrenas, los calderos, los barriles de madera, los platos y cucharas, las artesas, los cestos de mimbre y las guarniciones, las esteras de junco y las escobas constituían elementos esenciales de la vida agrícola, eran muchas las aldeas pequeñas que no podían mantener su propio guerrero, por no hablar de cesteros o guarnicioneros. Por otra parte, ni los siervos ni los ciudadanos menesterosos podían pagar en efectivo sino que tenían que hacerlo en especie, por lo que resultaban poco interesantes para los artesanos de las ciudades.
 Durante siglos los artículos mencionados, así como los ladrillos de construcción, el carbón de leña para la fundición de metales, las esquilas para el ganado, etc., fueron fabricados sobre todo por los gitanos. Con el tiempo la expansión de las aldeas y el aumento de sus necesidades dieron por resultado el asentamiento permanente de numerosos familias de artesanos, que se convirtieron en los guerreros del pueblo o de los grandes propietarios, quizá en fabricantes de armas para los castillos. Se convirtieron también en fabricantes de cucharas de madera, en abastecedores de ladrillos para las aldeas de las cercanías, en productores de artículos raros y duraderos como las artesas, y en todo ello continuaban llevando una vida errante. Como los demás artesanos los gitanos desempañaban un papel sobremanera importante. Hasta mediados del siglo XIX fueron considerados como insustituibles en la Europa central y oriental.
 No fue sino a fines del siglo XVIII y comienzo del XIX cuando empezaron al surgir conflictos con los artesanos o las guildas de las ciudades. Esos conflictos se fueron agudizando con la aparición de la industria y las consiguientes dificultades que ello acarreaba para quienes se dedicaban a la artesanía. Mientras tanto, un cierto porcentaje de los artesanos fijos de origen gitano habían quedado completamente asimilados y ello de una manera irreversible. Como resultado de la industrialización esos artesanos se convirtieron en proletarios o se quedaron sin trabajo y se vieron obligados a emigrar. Los no plenamente asimilados fueron expulsados o marginalizados por una sociedad que estaba a su vea pasado por los dolores del parto de una nueva era.
 Su reacción a la pérdida de los medios para ganarse el sustento y a la discriminación incipiente fue replegarse a su propio medio ambiente. Enfrentados con la sociedad no gitana, buscaron y hallaron apoyo en unos vínculos tribales que se fueron convirtiendo con el tiempo en un sistema social competidor. Continuaron practicándose los viejos oficios gitanos para garantizar adecuadamente el sustento. La marginalización social iba a la par de la extensión de la pobreza y de los fenómenos concomitantes, como la mala salud, la alta mortalidad infantil, etc. Los que antes eran oficios nimbados de respeto y consideración social se convirtieron en meros objetos de curiosidad y, frecuentemente, en actividades de parias. Los gitanos tuvieron que complementar sus fuentes tradicionales de ingresos aprendiendo nuevas técnicas de su supervivencia, con lo que su aislamiento se tornó completo.
Carreta tradicional gitana, en la Camarga francesa,  tirada por un asno (foto G.W.Silvester).
 En los siglo XVIII y XIX apareció y creció en Europa central y oriental un problema gitano que, hacia finales del XIX, se convirtió en un problema penal.
Tras la segunda guerra mundial surgió un nuevo factor. El empleo creciente de la maquinaria agrícola y de los vehículos de motor volvió superfluo al caballo y convirtió a los tratantes de ganado caballar en figuras del pasado. Colinas aisladas de gitanos continúan aún hoy practicando sus actividades artesanales en el seno de las asociaciones, pero la inmensa mayoría de los gitanos de Europa central y oriental están abandonando los viejos oficios y convirtiéndose en obreros no cualificados de la industria y de la construcción. La adquisición de nuevas viviendas o de viejas casas de campo y una escolaridad de varios años ha facilitado su nueva integración en la sociedad no gitana, esta vez no gracias a los oficios tradicionales sino al abandono del pasado. Con lo cual esos oficios gitanos no son hoy más que objetos de curiosidad.
A los gitanos se les dispensaba una acogida amistosa cuando llegaban a los países de Europa occidental porque podían representar buenas cartas de recomendación y se los consideraba no como colonos inmigrantes sino como inofensivos extranjeros de paso. Sin embargo, cuando la estancia se prolongaba un tanto, la gente empezaba a preguntarse en que tierra y con que medios iban a vivir los forasteros. El aumento de la densidad demográfica, una organización política más estrechamente trabajada y una economía más desarrollada no dejaba espacio para nuevos asentamientos ni para la obtención de ingresos seguros. El número de ocupaciones que podían desempeñarse legalmente -tales como los espectáculos públicos, oficio que entre los siglos XV y XVIII resultaba más peligroso que remunerador - era muy reducido. La mayor parte de esas actividades se situaban al margen del orden económico dominante (tal era el caso de la mayoría de las formas de artesanía y de tráfico comercial) o, como en el caso de la cartomancia, eran contraria a la ley.
Los gitanos explotaban con inteligencia y astucia los fallos y las incertidumbres del sistema, por ejemplo las diferencias entre las situaciones económicas y las juridisprudencia de los países en cuestión. Sin embargo, una legislación que les forzaba a abandonar el país bajo pena de severos castigos y en algunos casos declarándolos incluso fuera de la ley, unida a una sistematización política de persecuciones, terminó por ahuyentarlos. La mayoría de esos gitanos o bien se quedaron en Europa central y oriental o volvieron a ella. Unos cuantos pequeños grupos continuaron llevando una vida marginal, fundiéndose con el tiempo con otros residuos de la sociedad feudal tardía y, posteriormente, de la burguesía.
 Las sociedad postindustriales, preocupadas por los derechos humanos pero vueltos nostálgicamente hacia el pasado, ofrecen un panorama nuevo. En la sociedad opulenta son posibles toda clase de extravagancias, desde vivir en un carro o en una barca hasta dedicarse al fructuoso tráfico de viejos objetos de artesanía. De ahí que algunas familias gitanas puedan mantener su estilo de vida y sus ocupaciones venerables o crear nuevas tradiciones, por ejemplo, introduciéndose en el negocio de anticuario o de alfombras. Cabe preguntarse, de todos modos, si se trata en realidad de viejas ocupaciones desarraigadas y alienadas o incluso de simples atracciones turísticas. (*)

Un gitano en Irlanda mientras fabrica un recipiente de metal (foto H. Silvester)

(*) Fuente: Miklos Tomka, "De artesanos consumados a víctimas de la sociedad industrial", en Los gitanos, Revista del Correo de la Unesco, octubre 1984, pp.15-17.

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